La carrera de resistencia más importante de la Corte de Invierno es el
juego de las misivas. Se trata de un juego sutil que no todos los
visitantes comprenden ni perciben siquiera. Empero, no debe ser
subestimado. La fama y la fortuna de más de un cortesano se han
sustentado y se han visto arruinadas por una sola carta; la
correspondencia mantenida de una Corte de Invierno puede construir
alianzas que duren generaciones o iniciar conflictos que persistan
durante siglos. Las cartas son las armas predilectas de críticos y
chantajistas. Son el regalo más sutil y, al mismo tiempo, más directo de
un amante. Si la política es el corazón de la Corte de Invierno, sin
duda las cartas son su sangre.
La redacción de una misiva es tarea delicada. En la corte, nadie escribe una carta como se la escribiría a un amigo, ni como la redactaría un general que quisiera transmitir órdenes a sus soldados. Han de tenerse en cuenta diversas consideraciones y habilidades. La composición es un acto conciso y calculado, una danza cautelosa que pretende entretener, confundir, hipnotizar, seducir y provocar al destinatario. Todas las partes de una carta son igual de importantes. Toadas las partes de una carta encierran simbolismo.
Lo primero es saber elegir el papel. El color sienta las bases del estado de ánimo y transmite emoción, al igual que la textura y el espesor del papel. Un asunto que revista gravedad exige un papel de mayor peso y grano. Para los soñadores y los románticos, podría elegirse el género más fino. El tamaño del papel en relación con el cuerpo del mensaje también ha de tenerse en cuenta. Un pliego de papel de grandes dimensiones que albergue cuatro caracteres contados podría tomarse por un gesto de generosidad (He utilizado todo este papel de sobra, sólo por ti). Por el contrario, un trozo de pergamino atestado de apretados garabatos podría verse como un insulto (No te mereces ni el papel que gasto).
En segundo lugar el contenido es fundamental. La práctica habitual consiste en componer un poema de treinta y una sílabas con una imagen inspirada en la naturaleza, implicando sutilmente la intención del remitente, en lugar de exponerla a las claras. Esto suele tomarse por otro movimiento en el eterno juego de la corte, pero también sirve a un propósito práctico. Las cartas que se escriben en la corte rara vez pueden llamarse privadas. Casi nunca se sellan y casi cualquiera puede detener a un criado en los pasillos y leer lo que vayan a entregar. De hecho, se espera que esto ocurra. Las misivas exhiben la astucia y el ingenio del autor a los ojos de todos; no comunican secretos. Los destinatarios que sepan jugar correctamente a este juego entenderán el significado de la carta aunque el mensaje no sea evidente.
Las pinceladas del autor deberían transmitir el mensaje adecuado. El estilo puede dotar de significado al mensaje, con independencia de cuál sea el contenido. Un mensaje escrito con elegancia podría simbolizar amor, o podría comunicar, sencillamente, que el remitente es culto y adinerado, y que dispone de tiempo de sobra para practicar su caligrafía. La redacción descuidad suele tomarse como un insulto, por lo que los escritores escriben a menudo varios borradores, empleando distintos pinceles y tipos de tinta, antes de elegir la misiva que será enviada. Incluso si se tiene la intención de insultar, la ejecución ha de ser la adecuada.
Por último, el cortesano deberá tener en cuenta el envoltorio de su carta. En Rokugan existen varios estilos tradicionales de plegado de cartas, y algunos clanes han desarrollado sus propias técnicas secretas para exhibir su astucia e imposibilitar falsificaciones; los Escorpión son maestros en este arte, es una hazaña desdoblar una carta de un Escorpión sin rasgarla. La misiva se adjunta a continuación a una flor, rama, varilla de incienso y otro objeto que posea una fragancia particular. De nuevo, la elección del perfume tiene su función, pues suele resumir el tema de la carta. La entrega del mensaje debe recaer sobre el sirviente adecuado. Un criado importante implica que el destinatario es importante a su vez. Un lacayo insignificante implica que el destinatario es de baja ralea. Las cartas de este tipo nunca se entregan en persona; iría contra el espíritu del juego.
Todos los cortesanos están familiarizados con el juego de las misivas; lo aprenden del mismo modo que un bushi aprende a manejar la espada. El juego de las misivas es antiguo, se remonta a los primeros días de la corte del Emperador. Hantei Genji, el Príncipe Resplandeciente, está considerado uno de los jugadores más habilidosos, y se cree que muchas de las tradiciones referentes a la redacción de cartas que practican los cortesanos modernos fueron establecidas por él hace siglos. Una muestra de amor, por ejemplo, podría estar escrita en papel rosado, contener un poema que compara la belleza del destinatario con la de un animal o una flor de su elección, e ir acompañada de una ramita de roble como muestra de la fuerza del amor del autor. Una acusación de cobardía dirigida contra un Cangrejo podría estar escrita en grueso papel blanco (color de la muerte), comprender un poema que describa a un obtuso crustáceo ahogándose en su propia concha, y estar perfumada con almendras amargas. Las posibles combinaciones son innumerables. El cortesano habilidoso sabrá observar el intercambio de cartas e intuir a menudo la intención del mensaje, sin necesidad de abrirlas.
Es de rigor que el intercambio de correspondencias se tome muy en serio en la Corte de Invierno. Toda carta exige una respuesta. De lo contrario, el destinatario admitiría la superioridad intelectual de su autor. El juego suele prolongarse mientras dure la corte, y un cortesano podría mantener docenas de correspondencias simultáneas.
La redacción de una misiva es tarea delicada. En la corte, nadie escribe una carta como se la escribiría a un amigo, ni como la redactaría un general que quisiera transmitir órdenes a sus soldados. Han de tenerse en cuenta diversas consideraciones y habilidades. La composición es un acto conciso y calculado, una danza cautelosa que pretende entretener, confundir, hipnotizar, seducir y provocar al destinatario. Todas las partes de una carta son igual de importantes. Toadas las partes de una carta encierran simbolismo.
Lo primero es saber elegir el papel. El color sienta las bases del estado de ánimo y transmite emoción, al igual que la textura y el espesor del papel. Un asunto que revista gravedad exige un papel de mayor peso y grano. Para los soñadores y los románticos, podría elegirse el género más fino. El tamaño del papel en relación con el cuerpo del mensaje también ha de tenerse en cuenta. Un pliego de papel de grandes dimensiones que albergue cuatro caracteres contados podría tomarse por un gesto de generosidad (He utilizado todo este papel de sobra, sólo por ti). Por el contrario, un trozo de pergamino atestado de apretados garabatos podría verse como un insulto (No te mereces ni el papel que gasto).
En segundo lugar el contenido es fundamental. La práctica habitual consiste en componer un poema de treinta y una sílabas con una imagen inspirada en la naturaleza, implicando sutilmente la intención del remitente, en lugar de exponerla a las claras. Esto suele tomarse por otro movimiento en el eterno juego de la corte, pero también sirve a un propósito práctico. Las cartas que se escriben en la corte rara vez pueden llamarse privadas. Casi nunca se sellan y casi cualquiera puede detener a un criado en los pasillos y leer lo que vayan a entregar. De hecho, se espera que esto ocurra. Las misivas exhiben la astucia y el ingenio del autor a los ojos de todos; no comunican secretos. Los destinatarios que sepan jugar correctamente a este juego entenderán el significado de la carta aunque el mensaje no sea evidente.
Las pinceladas del autor deberían transmitir el mensaje adecuado. El estilo puede dotar de significado al mensaje, con independencia de cuál sea el contenido. Un mensaje escrito con elegancia podría simbolizar amor, o podría comunicar, sencillamente, que el remitente es culto y adinerado, y que dispone de tiempo de sobra para practicar su caligrafía. La redacción descuidad suele tomarse como un insulto, por lo que los escritores escriben a menudo varios borradores, empleando distintos pinceles y tipos de tinta, antes de elegir la misiva que será enviada. Incluso si se tiene la intención de insultar, la ejecución ha de ser la adecuada.
Por último, el cortesano deberá tener en cuenta el envoltorio de su carta. En Rokugan existen varios estilos tradicionales de plegado de cartas, y algunos clanes han desarrollado sus propias técnicas secretas para exhibir su astucia e imposibilitar falsificaciones; los Escorpión son maestros en este arte, es una hazaña desdoblar una carta de un Escorpión sin rasgarla. La misiva se adjunta a continuación a una flor, rama, varilla de incienso y otro objeto que posea una fragancia particular. De nuevo, la elección del perfume tiene su función, pues suele resumir el tema de la carta. La entrega del mensaje debe recaer sobre el sirviente adecuado. Un criado importante implica que el destinatario es importante a su vez. Un lacayo insignificante implica que el destinatario es de baja ralea. Las cartas de este tipo nunca se entregan en persona; iría contra el espíritu del juego.
Todos los cortesanos están familiarizados con el juego de las misivas; lo aprenden del mismo modo que un bushi aprende a manejar la espada. El juego de las misivas es antiguo, se remonta a los primeros días de la corte del Emperador. Hantei Genji, el Príncipe Resplandeciente, está considerado uno de los jugadores más habilidosos, y se cree que muchas de las tradiciones referentes a la redacción de cartas que practican los cortesanos modernos fueron establecidas por él hace siglos. Una muestra de amor, por ejemplo, podría estar escrita en papel rosado, contener un poema que compara la belleza del destinatario con la de un animal o una flor de su elección, e ir acompañada de una ramita de roble como muestra de la fuerza del amor del autor. Una acusación de cobardía dirigida contra un Cangrejo podría estar escrita en grueso papel blanco (color de la muerte), comprender un poema que describa a un obtuso crustáceo ahogándose en su propia concha, y estar perfumada con almendras amargas. Las posibles combinaciones son innumerables. El cortesano habilidoso sabrá observar el intercambio de cartas e intuir a menudo la intención del mensaje, sin necesidad de abrirlas.
Es de rigor que el intercambio de correspondencias se tome muy en serio en la Corte de Invierno. Toda carta exige una respuesta. De lo contrario, el destinatario admitiría la superioridad intelectual de su autor. El juego suele prolongarse mientras dure la corte, y un cortesano podría mantener docenas de correspondencias simultáneas.
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