Casa de Baños |
Al igual que tomar el té, el baño es casi una ceremonia por derecho propio y ningún samurai digno de dicho nombre dejará de lado por mucho tiempo su aseo personal, a no ser por causas estrictas de fuerza mayor. Desde el cortesano Doji más refinado hasta el bushi Hida más brutal, todos pasan por el mismo ritual, con ligeras diferencias.
El baño como tal puede realizarse en dos lugares (tres, si contamos asearse en un rio o lago por pura necesidad). El primero es, por supuesto, en los baños de su domicilio particular, donde resida habitualmente. El segundo es, por supuesto, en una casa de baños pública.
El ritual, una vez comenzado, es idéntico en ambos lugares.
Primero el samurai pasa a una pequeña habitación, donde hay un surtido de estanterías, en cada una de las cuales hay apiladas correctamente una serie de tinas o cubos de madera pequeños, en cuyo interior hay unos cedazos de tela de algodón, blancos, limpios y suaves. El samurai toma el cubo y en su lugar deja sus ropajes y objetos personales, dejando siempre sus espadas debajo, lo más lejos de la ropa sucia. Muchas casas de baños y los hogares pudientes, tienen un artesano, que tomará las espadas con el debido respeto y, mientras su dueño se asea, las pulirá, limpiará y reparará posibles desperfectos en el lacado de las sayas. En todo caso el samurai puede evitar que las tomen para este proceso atando un trozo de tela blanca en las empuñaduras.
Desnudo ya, pasa a la sala de baños propiamente dicha, donde hay tinas de agua fría, para que las utilice para asearse adecuadamente. Junto a estas tinas, donde llenará su cubo, suelen disponerse de los jabones, más o menos perfumados y exóticos según las posibilidades del samurai o del nivel de la casa de baños. Con estos jabones, sentado en un pequeño taburete, y ayudado de los paños que había en el cubo, se asea meticulosamente. Una criada puede ayudarles a asearse el cuerpo o el cabello, teniendo cuidado siempre de no rozar al samurai con las manos, sino solo con la tela.
Si el samurai desea teñirse el pelo, este es el momento, asegurandose de que el tinte ha calado bien y no se va con el agua.
Una vez se ha aseado completamente y aclarado adecuadamente, el samurai puede pasar a la piscina. En las casas más pobres será de agua fría, siendo de agua caliente en las que puedan disponer de ello y teniendo, los más afortunados, sus baños alrededor de fuentes termales. La piscina puede ser un barreño de madera (rellenado con agua caliente por criadas), de piedra (en cuyo caso se calienta con un fuego exterior bajo esta) o una piscina natural. El samurai puede meterse en esta y relajarse. Dentro del baño, en este proceso, se puede charlar con otros samurais que se estén relajando igualmente en la piscina, y se puede tomar té o sake, acompañado de dulces (pero no de comidas más fuertes).
Cuando el samurai se ha relajado, sale de la piscina, envolviéndose en un kimono de baño, que es un kimono cálido y grueso de algodón (muy similar a un albornoz). Con éste se seca el cuerpo, simplemente por llevarlo puesto.
Una criada o el propio samurai dan un primer y cuidadoso peinado al cabello, empapado, sin escurrirlo, dejándolo suelto después.
A continuación viene otra parte meticulosa del aseo. Aquellos samurai que por peinado o por tener vello facial (o corporal en caso de las mujeres, aunque depende de cada una), el samurai es cuidadosamente afeitado por si mismo u otra criada, tras lo cual se aplican aceites y ungüentos destinados a cuidar la piel. Las mujeres pueden eliminar su vello con una pasta hecha a partir de miel, almendras en polvo y otras sustancias, que funciona como una crema depilatoria efectiva.
Tras la eliminación del vello, los samurais que pueden permitírselo se frotan en aceites y ungüentos diversos, para perfumar todo su cuerpo. Aquellos afortunados puede que dispongan de una criada capaz de dar masajes, con lo que la experiencia es relajante, a la par que se aseguran de una correcta asimilación del perfume deseado.
Acto seguido se da un segundo peinado al cabello, que se presiona suavemente con cedazos de algodón que se han calentado enrollados alrededor de una piedra que ha estado al fuego.
Seguidamente el samurai le presta atención a su higiene dental, limpiandose entre los dientes con un palillo de madera, para después frotarlos con un trozo de bambú con el extremo aplastado hasta hacer una especie de cepillo o pincel. Seguidamente, se masca una mezcla de menta, regaliz y otras hierbas, para eliminar malos olores, antes de abrillantarlos con un trozo de algodón primero y de seda después, muy finos.
Los oidos y nariz reciben un tratamiento igualmente ciudadoso, siendo limpiados con trapos humedecidos en perfume.
Las uñas de los pies son cuidadosamente recortadas, al igual que las de las manos (aunque algunas cortesanas se las dejan largas y se las esmaltan de colores).
Cabe destacar que todo pelo, uñas u otra parte corporal del samurai en cuestión se queman en unos pequeños braseros con incienso, delante del samurai. Así se asegura de que nadie utiliza maho contra el utilizando estos pedazos.
Seguidamente se realiza un tercer peinado del cabello, ya seco, y de ser necesario se recortan las puntas maltratadas (que nuevamente se queman). Las cortesanas y samurais coquetos de cualquier condición, se perfuman el cabello con diferentes aceites y perfumes, que en muchas ocasiones ayudan a elaborar complicados recogidos y peinados.
Acto seguido el samurai vuelve a la sala en la que dejó sus ropas y pertenencias, donde las criadas tendrán ropa limpia para que se vista (el conjunto que traían, lavada, u otro que tuviesen limpio, también funcionan a modo de tintorerías) y sus espadas listas e impecables, si se las confiaron al artesano.
Notese que en un baño comunal siempre habrá una o varias criadas, para velar por la virtud de las samurai-ko, o en defecto de éstas (o en añadidura) puede estar el yojimbo de la muchacha en cuestión, que permanecerá vestido en todo momento (en caso contrario no se contará como que esté velando por su virtud, sino siendo un samurai más bañándose).
También hay que destacar que los Unicornio, influenciados por costumbres gaijin, se bañan solos, solo permitiendo la ayuda de criadas cuando están ya vestidos.
Y en caso de un baño por necesidad en un lago o rio, el samurai y samurai-ko siempre llevarán un fundoshi (ropa interior) y éstas últimas también una venda en torno a sus pechos.
Como se puede ver, el baño es un proceso lento y meticuloso que puede llegar a llevar horas. Y, aún así, no es extraño que un samurai se bañe varias veces al día.
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