Suzume Chiharu |
Makoto sentía no se sentía muy cómoda al volver a los baños, rodeada de un álito de tristeza que le resultaba extraño. Se consideraba a sí misma una persona optimista y positiva, pero la actitud de Sezaru había sido deprimentemente resignada, como si le planteara un hecho consumado en vez de una posibilidad. No sabía si le sentaba peor esto en sí, o el que él no tuviese ninguna fe en que ella pudiera desear casarse con él pese a todo, que ella pudiera influír en ese futuro que el Lobo daba por sentado.
Creía en el destino, por supuesto. Creía en seres sobrenaturales, en los antepasados y su poder, en las Fortunas y los Kami. El karma era una parte más del ovillo de influencias que se entretejían en la historia de Rokugan, ¿pero era realmente inamovible? La joven bushi se negaba a aceptar que su opinión, sus deseos, su voluntad no pudieran afectar a aquello que todavía no había ocurrido. Pero el Shugenja pensaba de forma diferente, y no había querido darle pista alguna sobre quién era la persona que supuestamente ella debía desposar, y que les separaría para siempre...
La mera idea le provocaba un dolor sordo. Podía no estar segura de lo que sentía hacia Sezaru, pero sí sabía que el dejarle sólo, desesperado y anhelante era algo que no le permitiría ser feliz. Si sus padres se negaban a que se casara con la Voz del Emperador, algo que en sí mismo le resultaba complicado de aceptar, ¿qué candidato podían proponer a cambio que pudiera borrar de su mente al shugenja hasta el punto de ser dichosa a su costa? Aunque quizás no fuese su familia la que pusiera pegas; recordó la extraña actitud del Hijo del Cielo hacia ella. ¿Se negaría a conceder su permiso a la boda de su hermano mayor por parecerle ella indigna, al pertenecer a un Clan Menor? Sin duda, el Lobo se rebajaba en estatus con aquella unión. Aquello parecía más plausible que imaginar que su familia se negara, pero...
La joven samurai frunció el ceño, y luego trató de relajarse. No iba a darle vueltas a una posibilidad que ni siquiera sabía si era verdad, y menos a enfurecerse contra Naseru por un incidente que no había causado. Si se daba la situación, debería lidiar con ella lo mejor que pudiera, pero hasta entonces...
Suspiró y entró a la sala de baños. Dobló sus pertenencias con cuidado, dejando sus objetos personales y ropa sobre su katana. Luego procedió a lavarse cuidadosamente el sudor con agua fría y jabonosa, meticulosa por hábito pese a estar su mente ausente de la tarea que se traía entre manos. Estaba tan absorta que ni vió pasar a Akodo Kurako. Afortunadamente, ésta tampoco se percató de su presencia y pasó a su lado, envuelta en un grueso kimono de baño y acompañada por el joven encargado de velar por su virtud. Ni siquiera llegaron a cruzar las miradas, ya que Makoto se hallaba de espaldas a la pasarela principal cuando la León caminó por ella. Su compañero, por su parte, parecía ensimismado y ni vió que había otra persona cuando salieron de los baños. Las puertas se cerraron tras ellos con un ruido sordo.
La joven Liebre sacudió la cabeza, decidida a reaccionar. No podía quedarse tan apagada por un suceso que aún no había tenido lugar. Lo que haría sería adecentarse e ir a ver a Kotetsu, descubrir cómo se encontraba tras lidiar con su poco ortodoxa solución al problema de sus dos pretendientes, y hablar del tema si era necesario para sacárselo de la mente. Pero quedarse allí rumiando su amargura no iba a mejorar nada, así que...
Decidida, entró a la zona de aguas termales. Tres muchachas estaban charlando entre los bambúes, comentando algo que debía ser gracioso a juzgar por las risas que soltaban. Una de ellas era morena y delgada, con un rostro ovalado enmarcado por un peinado que debería haber sido excesivamente severo pero que en ella funcionaba, a juego con sus negros e intelectuales ojos. Otra era menuda, de aspecto delicado y gentil, y parloteaba rápidamente, tan bonita e inquieta como un pajarillo. La tercera tenía un precioso cabello castaño rojizo y ojos muy verdes en una cara tan hermosa que hacía aún más evidente el cuerpo poco clásico sobre el que reposaba, como si alguien hubiese pintado un cuadro perfecto y luego lo hubiese dejado sobre un accidente geográfico en vez de buscarle un marco adecuado. No las conocía, así que le sorprendió ver cómo la saludaban y se dirigían hacia ella, encabezadas por la más alta y seria.
-¿Usagi Makoto-san? -preguntó decidida la joven de ojos negros, de una forma tan asertiva que no parecía tener duda alguna. La bushi, no obstante, asintió algo desconcertada-. Perdonad que os abordemos sin más... Yo soy Komori Nanako, y éstas son mis amigas, Suzume Chiharu -señaló a la más menuda y bonita- y Kitsune Hikaru -indicó a la pelirroja-. Encantadas de conoceros -las tres hicieron una inclinación de cabeza, ya que el agua no permitía una reverencia más profunda.
Makoto correspondió al saludo, preguntándose en su fuero interno qué querrían aquellas muchachas, y por qué le abordaban ahora. La Candidata del Zorro soltó una risilla, mirando a través de ella.
-Imagino que debeis estar desconcertada. Nosotras os vimos en vuestra presentación ante el Emperador, pero claro... vos teníais cosas más importantes que atender en aquel momento y no fuísteis mirando a todos los presentes -dijo con fina ironía-. Y desde entonces habéis estado notablemente ocupada -añadió enarcando una ceja.
-El Emperador, sus hermanos, el Canciller, la Candidata León, Ide Komatsu-sama, el Khan, Soshi Angai-sama... tenéis unas amistades de lo más ilustres -comentó la Murciélago, inclinando la cabeza a un lado.
-Y tampoco queríamos cruzarnos en el camino de alguien como Akodo Kurako-sama -añadió la Kitsune con un fingido escalofrío-. Esa muchacha considera a las demás Candidatas como material para afilarse las uñas... bueno, a las de Clanes Menores ni eso -rió de nuevo-. Salvo a vos, claro.
-Uhm -Makoto miró a la Candidata Gorrión, que había enrojecido y miraba hacia abajo con timidez, en una actitud opuesta por completo a la vivacidad que había mostrado antes de que la abordaran. Sospechó que el acercamiento era más cosa de las otras dos, ya que la joven Suzume parecía más dispuesta a derretirse en el agua que a dirigirle la palabra-. Entiendo que la actitud del Emperador hacia mí ha sido motivo de malentendidos, sí... y Akodo Kurako-sama ha magnificado la situación con su hostilidad.
La Kitsune y la Komori se miraron durante un segundo. La joven Suzume había levantado ligeramente la vista, mirando a Makoto con gesto de incomprensión.
-No iréis a decir que la Familia Imperial en pleno no os ha mostrado favor... Oh-Kaneka-sama no es una persona particularmente amistosa, pero os han visto hablando con él -señaló Komori Nanako-. Y Oh-Sezaru-sama os invitó a cenar, y os acompañó al pueblo en persona.
-Creo que eso también ha inducido a error -replicó Makoto-. Ni Kaneka-cha... sama ni Sezaru-sama han estado compartiendo su tiempo conmigo debido a que creyeran que yo voy a ser su futura cuñada -se pellizcó el puente de la nariz, sintiendo una especie de jaqueca incipiente-. Ni tampoco el Emperador ha mostrado más interés por mí tras prohibirme que cenara con nadie más.
-Los asuntos que pueda tener la Familia Imperial con vos son cosa de ellos -musitó la Murciélago, frunciendo ligeramente el ceño como si no fuese la respuesta que esperaba-. Pero el interés que os ha mostrado el Hijo del Cielo es indudable... y envidiado por muchas, la verdad.
Makoto miró a las tres jóvenes, y repentinamente entendió muchas cosas. Suzume Chiharu miraba abajo de nuevo, roja hasta las orejas y con los ojos ligeramente velados por las lágrimas; Kitsune Hikaru observaba con interés un punto ligeramente a la izquierda de la propia Makoto, con aire irónico y desenvuelto; y los ojos negros de Komori Nanako no mostraban nada en absoluto, salvo educado interés.
-¿Las tres os habéis prendado de él? -musitó con asombro. Hubo un silencio incómodo.
-No sólo nosotras tres. ¿O pensáis que Kurako-sama quiere despellejaros porque tiene alguna vena perversamente Unicornio? -repuso la Kitsune, sin negar lo evidente.
-Todas las Candidatas pensábamos más o menos abiertamente en... -la Komori suspiró, incómoda-. En él. Pero para nosotras era un sueño imposible... o eso creíamos -miró a la Usagi frunciendo el ceño, como desafiándola.
-Pero... Oh, Kamis. No es así, no es así para nada. Oh-Naseru-sama no ha expresado más interés por mí que...
-Que más de lo que ha mostrado incluso por las Candidatas de Clanes Mayores. Todas estábamos algo celosas de vos, Usagi-san -respondió calmadamente la Kitsune-. Pero está más que claro que no sirve de nada que mantengamos unos sentimientos que no llevan a nada... y si vos habéis atraído la atención del hombre más grande del Imperio, quién sabe -la miró, a los ojos esta vez, pero atravesándola como si fuera de cristal. Makoto sintió la tentación de tocarse los brazos para comprobar su solidez-. A lo mejor nosotras también tenemos posibilidades de que un hombre importante se fije en nosotras. Hay más de un hijo de Daimyo en esta Corte, y algunos incluso sin compromiso -pestañeó con coquetería-. Somos modestas, a fin de cuentas... nos conformamos con que algún samurai notable se fije en nosotras, y os dejamos al Emperador. No es mal intercambio, ¿neh?
Makoto no pudo menos que echarse a reír ante aquel descaro. Hikaru coreó sus risas, y la Komori sonrió. Pero los ojos de la Candidata Gorrión se llenaron de lágrimas, abrió la boca, emitió un hipido... y salió corriendo.
-¡Suzume-san...! Oh, Kamis -exclamó contrariada Komori Nanako-. Será mejor que la siga y hable con ella... Aún no ha sido capaz de aceptar la situación, ¿sabéis...? Gomen nasai -hizo una reverencia a Makoto-. La pobre Suzume-san sigue soñando todavía -suspiró y marchó tras su amiga, apresurándose lo posible sin perder la dignidad.
La Usagi miró a la Kitsune, que se encogió de hombros.
-Suzume-san es encantadora cuando se la conoce -explicó la pelirroja sin malicia-, pero tiene que abrir los ojos a la realidad.
-Diga lo que diga, no me va a creer si afirmo que el Emperador no tiene más que un ligero encaprichamiento, ¿neh...?
-Oh, bueno... Muchas matarían sólo por la mitad de atención que os ha prestado, sea capricho o algo más serio -respondió Hikaru, meditabunda-. Y Suzume-san se toma todo muy a pecho, pobrecita mía. Yo de vos no me cerraría las puertas cuando el Hijo del Cielo se toma tantas molestias en haceros prominente en la Corte...
-Eso me está dando más problemas que beneficios, por ahora -repuso Makoto, frunciendo el ceño-. El favor del Emperador es algo peligroso.
-La mayoría de cosas que valen la pena conllevan riesgos -la otra se encogió de hombros.
-Son las demás Candidatas las que creen que vale la pena todo este lío... todas están enamoradas de él -masculló la Usagi, con gesto tormentoso, pensando en todas aquellas muchachas que se desmayaban por los rincones, se echaban a llorar, o le trataban como escoria por culpa del capricho de Naseru-. Todas, menos yo.
La Candidata Kitsune la miró con sorpresa y luego se echó a reír.
-Cualquiera diría que estáis celosa, Usagi-san...
-¿Usagi Makoto-san? -preguntó decidida la joven de ojos negros, de una forma tan asertiva que no parecía tener duda alguna. La bushi, no obstante, asintió algo desconcertada-. Perdonad que os abordemos sin más... Yo soy Komori Nanako, y éstas son mis amigas, Suzume Chiharu -señaló a la más menuda y bonita- y Kitsune Hikaru -indicó a la pelirroja-. Encantadas de conoceros -las tres hicieron una inclinación de cabeza, ya que el agua no permitía una reverencia más profunda.
Makoto correspondió al saludo, preguntándose en su fuero interno qué querrían aquellas muchachas, y por qué le abordaban ahora. La Candidata del Zorro soltó una risilla, mirando a través de ella.
-Imagino que debeis estar desconcertada. Nosotras os vimos en vuestra presentación ante el Emperador, pero claro... vos teníais cosas más importantes que atender en aquel momento y no fuísteis mirando a todos los presentes -dijo con fina ironía-. Y desde entonces habéis estado notablemente ocupada -añadió enarcando una ceja.
-El Emperador, sus hermanos, el Canciller, la Candidata León, Ide Komatsu-sama, el Khan, Soshi Angai-sama... tenéis unas amistades de lo más ilustres -comentó la Murciélago, inclinando la cabeza a un lado.
-Y tampoco queríamos cruzarnos en el camino de alguien como Akodo Kurako-sama -añadió la Kitsune con un fingido escalofrío-. Esa muchacha considera a las demás Candidatas como material para afilarse las uñas... bueno, a las de Clanes Menores ni eso -rió de nuevo-. Salvo a vos, claro.
-Uhm -Makoto miró a la Candidata Gorrión, que había enrojecido y miraba hacia abajo con timidez, en una actitud opuesta por completo a la vivacidad que había mostrado antes de que la abordaran. Sospechó que el acercamiento era más cosa de las otras dos, ya que la joven Suzume parecía más dispuesta a derretirse en el agua que a dirigirle la palabra-. Entiendo que la actitud del Emperador hacia mí ha sido motivo de malentendidos, sí... y Akodo Kurako-sama ha magnificado la situación con su hostilidad.
La Kitsune y la Komori se miraron durante un segundo. La joven Suzume había levantado ligeramente la vista, mirando a Makoto con gesto de incomprensión.
-No iréis a decir que la Familia Imperial en pleno no os ha mostrado favor... Oh-Kaneka-sama no es una persona particularmente amistosa, pero os han visto hablando con él -señaló Komori Nanako-. Y Oh-Sezaru-sama os invitó a cenar, y os acompañó al pueblo en persona.
-Creo que eso también ha inducido a error -replicó Makoto-. Ni Kaneka-cha... sama ni Sezaru-sama han estado compartiendo su tiempo conmigo debido a que creyeran que yo voy a ser su futura cuñada -se pellizcó el puente de la nariz, sintiendo una especie de jaqueca incipiente-. Ni tampoco el Emperador ha mostrado más interés por mí tras prohibirme que cenara con nadie más.
-Los asuntos que pueda tener la Familia Imperial con vos son cosa de ellos -musitó la Murciélago, frunciendo ligeramente el ceño como si no fuese la respuesta que esperaba-. Pero el interés que os ha mostrado el Hijo del Cielo es indudable... y envidiado por muchas, la verdad.
Makoto miró a las tres jóvenes, y repentinamente entendió muchas cosas. Suzume Chiharu miraba abajo de nuevo, roja hasta las orejas y con los ojos ligeramente velados por las lágrimas; Kitsune Hikaru observaba con interés un punto ligeramente a la izquierda de la propia Makoto, con aire irónico y desenvuelto; y los ojos negros de Komori Nanako no mostraban nada en absoluto, salvo educado interés.
-¿Las tres os habéis prendado de él? -musitó con asombro. Hubo un silencio incómodo.
-No sólo nosotras tres. ¿O pensáis que Kurako-sama quiere despellejaros porque tiene alguna vena perversamente Unicornio? -repuso la Kitsune, sin negar lo evidente.
-Todas las Candidatas pensábamos más o menos abiertamente en... -la Komori suspiró, incómoda-. En él. Pero para nosotras era un sueño imposible... o eso creíamos -miró a la Usagi frunciendo el ceño, como desafiándola.
-Pero... Oh, Kamis. No es así, no es así para nada. Oh-Naseru-sama no ha expresado más interés por mí que...
-Que más de lo que ha mostrado incluso por las Candidatas de Clanes Mayores. Todas estábamos algo celosas de vos, Usagi-san -respondió calmadamente la Kitsune-. Pero está más que claro que no sirve de nada que mantengamos unos sentimientos que no llevan a nada... y si vos habéis atraído la atención del hombre más grande del Imperio, quién sabe -la miró, a los ojos esta vez, pero atravesándola como si fuera de cristal. Makoto sintió la tentación de tocarse los brazos para comprobar su solidez-. A lo mejor nosotras también tenemos posibilidades de que un hombre importante se fije en nosotras. Hay más de un hijo de Daimyo en esta Corte, y algunos incluso sin compromiso -pestañeó con coquetería-. Somos modestas, a fin de cuentas... nos conformamos con que algún samurai notable se fije en nosotras, y os dejamos al Emperador. No es mal intercambio, ¿neh?
Makoto no pudo menos que echarse a reír ante aquel descaro. Hikaru coreó sus risas, y la Komori sonrió. Pero los ojos de la Candidata Gorrión se llenaron de lágrimas, abrió la boca, emitió un hipido... y salió corriendo.
-¡Suzume-san...! Oh, Kamis -exclamó contrariada Komori Nanako-. Será mejor que la siga y hable con ella... Aún no ha sido capaz de aceptar la situación, ¿sabéis...? Gomen nasai -hizo una reverencia a Makoto-. La pobre Suzume-san sigue soñando todavía -suspiró y marchó tras su amiga, apresurándose lo posible sin perder la dignidad.
La Usagi miró a la Kitsune, que se encogió de hombros.
-Suzume-san es encantadora cuando se la conoce -explicó la pelirroja sin malicia-, pero tiene que abrir los ojos a la realidad.
-Diga lo que diga, no me va a creer si afirmo que el Emperador no tiene más que un ligero encaprichamiento, ¿neh...?
-Oh, bueno... Muchas matarían sólo por la mitad de atención que os ha prestado, sea capricho o algo más serio -respondió Hikaru, meditabunda-. Y Suzume-san se toma todo muy a pecho, pobrecita mía. Yo de vos no me cerraría las puertas cuando el Hijo del Cielo se toma tantas molestias en haceros prominente en la Corte...
-Eso me está dando más problemas que beneficios, por ahora -repuso Makoto, frunciendo el ceño-. El favor del Emperador es algo peligroso.
-La mayoría de cosas que valen la pena conllevan riesgos -la otra se encogió de hombros.
-Son las demás Candidatas las que creen que vale la pena todo este lío... todas están enamoradas de él -masculló la Usagi, con gesto tormentoso, pensando en todas aquellas muchachas que se desmayaban por los rincones, se echaban a llorar, o le trataban como escoria por culpa del capricho de Naseru-. Todas, menos yo.
La Candidata Kitsune la miró con sorpresa y luego se echó a reír.
-Cualquiera diría que estáis celosa, Usagi-san...
Nota: La modelo usada para Suzume Chiharu es Yuuka Maeda (1994), idol singer retirada en el 2011.
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