Esbozo de Naseru, by Rayba (me) |
Hoketuhime suspiró mientras tomaba nota de los invitados que debían presentarse aquella noche ante el Emperador. Todo altas personalidades, gente de alto linaje, dignos y preparados para estar ante el Hijo del Cielo. Fue apuntando los platos que más podían agradar a unos y otros, haciéndose un rápido esquema mental de cómo debería organizarse la velada.
-¿Querréis que vengan músicos, Naseru-sama? -preguntó, deferente. Él asintió, con la mirada perdida en la lejanía. A la daimyo de los Otomo le dolía un poco aquella falta de atención, pero estaba tan acostumbrada a ella que, como siempre, siguió hablando sin darle mayor importancia. A fin de cuentas, como encargada de protocolo, estaba allí para servirle a él, no a la inversa-. Con tres platos más los entrantes y el postre habrá más que suficiente, ¿hay alguien en concreto a quien debamos agasajar?
-El Campeón del Fénix vendrá a mediodía.
Hoketuhime asintió, subrayando con gesto experimentado un plato que sabía que era del agrado del hombre.
-¿Queréis añadir algún nombre a la lista de invitados? -sugirió la dama, pensando en cierta muchacha que, si no era invitada, cenaría forzosamente a solas. No es que le importara, se dijo. Simplemente debía saber qué hacer al respecto. No tenía compasión que malgastar en las Candidatas, ni siquiera en una tan patosa como aquella.
-Sí, Ide Kotetsu-sama... se alegrará de ver a Shiba Dorayo-sama -el Emperador no tuvo que decir más. La dama Otomo asintió ligeramente-. Espero que su presencia en el festín evite que él y Mirumoto Shirigo se desafíen nada más verse...
Ella volvió a asentir. Aquel era un tema delicado, sin duda, y desgraciadamente conocido por todos. Los dos Campeones, pese a ser amigos, se enfrentaban cada año. Y todos sabían por qué, o mejor dicho, por quiénes...
-¿Alguien más, mi señor?
-Mi hermano Sezaru. Si las cosas se salieran de orden, quiero que esté presente para imponer mi voluntad.
-Una elección prudente, Hijo del Cielo. ¿Eso es todo? ¿Nadie más? -los ojos azules de ella se clavaron en el Emperador. Él la miró con su ojo único, negro como la noche, fijando por primera vez su atención en ella por completo. Fruncía el ceño, ligeramente irritado.
-Hai. Nadie más debe ser invitado.
Hoketuhime hizo una reverencia profunda, ocultando su alivio, y salió, dejando sólo al hombre más poderoso de toda Rokugan.
Él volvió a mirar por la ventana, distraído, y sintiéndose inquieto sin saber por qué. Lo achacó al malestar que le producía la eterna disputa entre los dos Campeones.
No tenía ningún otro motivo para estar nervioso, en realidad. Ninguno en absoluto.
***
Makoto acariciaba mecánicamente el gatito blanco que se le había adormilado, ronroneando, sobre el regazo. Con ojos perdidos contemplaba la noche, la luna creciente que pendía, casi fantasmagórica, sobre las brumas, las estrellas desdibujadas por las luces de palacio. Ella, sola cuando todos los demás estaban celebrando banquetes o reuniéndose tras el día. No la habían invitado a cenar con el Emperador. Suspiró. Tal y como había supuesto, él ya se había olvidado de su persona, sin duda centrándose en temas más urgentes e importantes.
Meneó la cabeza. Le iba bien tener aquellos instantes a solas para meditar, en realidad. Estaba algo desconcertada y necesitaba pensar en lo que le había ocurrido durante el día.
-¿Algo más, mi señora...? -la voz gentil de Ai la distrajo. La muchacha le sonreía, comprensiva. Makoto se sonrojó al recordar que la criada había estado presente cuando...
-No, arigatô... no tengo más hambre -apartó la bandeja, de la que había comido con apetito pese a estar sumida en sus cavilaciones, pero no obstante todavía tenía alimentos en ella. Así era el mundo de la Corte Imperial, siempre excesivo, pensó con cierta lástima. Algunas familias de campesinos hubiesen dado algo realmente bueno por catar la mitad de lo que allí se arrojaba a los desperdicios.
Ai entregó la bandeja a un lacayo que rondaba por el pasillo para tal fin, y luego empezó a preparar las cosas para la noche, extrayendo futón y mantas pulcramente dobladas de un arcón y arreglando un lecho confortable y cálido para su señora.
-Me siento como si hubiese estado jugando con los sentimientos de Sezaru-sama -musitó repentinamente. La criada, que sin duda había estado aguardando a que su señora pusiera en orden sus pensamientos y hablara, respondió con suavidad.
-No estabais flirteando con él, Makoto-sama. Sólo habéis sido vos misma.
-Espero que él también lo vea así -suspiró la bushi-. Ha sido tan amable conmigo...
-Él es muy serio, muy sobrio habitualmente -indicó Ai gentilmente-. Deberíais pensar qué queréis exactamente, e indicárselo...
-Hai... no quisiera herirle bajo ningún concepto. Me gusta mucho -admitió Makoto. Su criada parpadeó y la miró con una mezcla de sorpresa y atención repentina. La bushi se preguntó a qué se debería.
-¿Os... gusta?
-Hai... Es amable, atento, educado, me hace reír... y me hace sentir halagada, infantil y toda una mujer, todo a la vez -suspiró mientras seguía acariciando el cálido lomo del gatito-. Pero me doy cuenta de que no lo soy, no del todo al menos. Y me siento... triste -musitó-. No sé por qué.
-Consultadlo con la almohada, Makoto-sama -le dijo Ai en tono afectuoso-. Mañana veréis las cosas con mayor claridad. ¿Iréis a desayunar con él, como habíais quedado?
-Hai... aunque luego me gustaría ir a ver a Ide-sama. Me parece que... que necesito su consejo, urgentemente. Estoy... estoy muy confusa.
-Es natural, mi señora. ¿Me permitiríais un comentario sincero?
-Onegai -Makoto miró a su criada, con curiosidad.
-... Uauh -susurró admirativa Ai.
La joven bushi la miró con incredulidad, y luego se echó a reír con tantas ganas que el gatito se despertó, bostezando y emitiendo un maullido de protesta. Se levantó y se acurrucó en el futon recién colocado, haciéndose un ovillo e ignorando a su dueña, que todavía emitía alguna risilla, sofocada, mientras Ai la ayudaba a desvestirse para dormir.
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