martes, 13 de agosto de 2013

Primeras Impresiones XIX


Corría una brisa agradable, que prometía una mañana fresca de otoño. Tal vez por la tarde volviera el calor, pero por ahora la promesa del invierno empezaba a flotar en el ambiente con más fuerza. Hoketuhime agradecía el cambio, que le permitía usar ropas más gruesas. Eso la hacía sentirse menos expuesta.

Miró de reojo a los allí reunidos. Hachi, el Campeón Esmeralda, se sentaba a los pies del Emperador, a su derecha, justo enfrente de ella. Y sentado en el suelo, con las piernas cruzadas como el bárbaro que era, Moto Chagatai tomaba su té mientras fruncía el ceño con gesto de concentración. Era un bebedor consumado, pero incluso él tenía sus límites. Ya no era ningún jovencito, y parecía que la resaca le asediaba pese a un mejunje espeso que solía jurar y perjurar que le quitaba todos los síntomas.

La Daimyo Otomo se preguntó qué había hecho durante su ebriedad el Khan para justificar aquella reunión matutina. En silencio, le sirvió más té. El Khan cabeceó en señal de agradecimiento mudo.

-No puedo decir que apruebe vuestro comportamiento de ayer noche, Moto-san -dijo Naseru en voz no muy alta. Pese a todo, no parecía particularmente furioso, aunque fruncía el ceño ligeramente-. Pero estoy algo intrigado por saber el motivo de vuestra celebración. No soléis invitar a desconocidas a la ligera.

-¿Makoto-san? Ah, no es una desconocida... Kaneka-sama simpatiza mucho con ella -respondió el Khan mirando al Emperador sin dobleces-. Y los amigos de Kaneka-sama son los míos. Además, tenía mucho que festejar... Habréis oído hablar del asunto de la dama Ide Kotetsu-san, claro está. 

-Shiba Dorayo-san en persona me pidió que fuera juez de su disputa -asintió el Hijo del Cielo, tomando un trago de su té.

-Pues parece que no va a celebrarse dicho duelo -dijo Chagatai con satisfacción-. Ide-san y Makoto-san estuvieron de intercambio de confidencias... y luego la primera, una súbdita leal tanto de su Majestad como mía, llegó a una solución creativa a un conflicto de años.

Hoketuhime frunció ligerísimamente el ceño antes de darse cuenta, mientras intentaba descifrar el significado de aquellas crípticas palabras. Revisó mentalmente los últimos rumores e idas y venidas de Kyuden Miya... y recordó que se había comentado algo sobre una reunión entre los dos Campeones y la Cortesana Ide.

Una reunión que había finalizado muy, muy tarde. Hoketuhime se sonrojó levísimamente y bajó la mirada.

Naseru parpadeó. 

-Así que... Ide-san, Shiba-san y Mirumoto-san...

-¡Ahá! Los tres -la satisfacción del Khan era más que evidente. Hachi, el Campeón, se echó a reír.

-Makoto-san es sin duda una muchacha creativa... -dijo meneando la cabeza. Los presentes se le quedaron mirando,  y él se quedó algo sorprendido. Se encogió de hombros-. Oh, vamos, no puedo ser el único que... Tras una década de querellas, hay una reunión entre dos mujeres y me diréis que a Ide-sama se le ocurrió la solución sola... Creo que es obvio de quién fue la idea, dado que si a Ide-sama hubiese podido dar con una salida semejante al conflicto, lo hubiese hecho antes por el bien de sus propios sentimientos y de los de los demás implicados.

-¿Una joven tan inocente como la Candidata Usagi iba a pensar...? Estaréis de broma -Hoketuhime palideció ligeramente. Bastante repugnancia le causaba el hecho de visualizar a un hombre y a una mujer, como para imaginarse a dos hombres... haciendo su buena voluntad con una víctima indefensa. Sintió una cierta nausea. No, una virgen inocente no podía pensar en semejantes cosas.

-No le veo el perjuicio al asunto -Hachi enarcó una ceja y miró a su Emperador-. Al fin y al cabo, nos va a ahorrar muchos problemas...

El rostro de Naseru no expresaba nada. Era como una puerta inmensa de bronce, hermosamente labrada y sin emociones en ella.

Y cerrada a cal y canto.

***

Le había hecho falta todo su valor para salir de debajo de las mantas y decidirse a tomar la infusión de Chagatai para, al menos, sentirse fraccionalmente mejor. El brebaje era amargo como nada que hubiese probado antes, incluso más que el té de ceremonia, así que vació su taza de un trago rápido y cuando las nauseas remitieron se vistió rápidamente un kimono más modesto que los modelos habituales, en los tonos rojos y blancos de su Clan, y un obi blanco y dorado en referencia al Fénix de quien Sezaru formaba parte. Ai le arregló el cabello en una simple coleta de bushi, informal pero impecable. Al mirarse en el espejo Makoto sintió un cierto consuelo al comprobar que, por primera vez desde que había llegado a aquella corte, parecía ella misma de nuevo. Arreglada, vestida con discreto lujo, pero la bushi de siempre.

Al salir a los pasillos exteriores, evitando la zona más concurrida, comprobó que era muy temprano y el tiempo había refrescado. Andar rápidamente a su cita matutina fue un placer en esta ocasión, ya que le permitió entrar en calor dentro de su delicado kimono. Tuvo que contener un estornudo. ¿Se habría resfriado con su chapuzón nocturno? Trató de animarse recordando que su estado de ebriedad la disculpaba de otras posibles consecuencias de su comportamiento la víspera.

Si no hubiese quedado con Sezaru para desayunar se hubiese quedado en su futón durante buena parte de la mañana, pensó algo decaída. O hasta el fin del mundo. Eso hubiese sido una cobardía, aunque una muy cómoda...

Al llegar a las estancias del shugenja se llevó una sorpresa: el Lobo estaba enmascarado, con una extraña máscara integral que le cubría por completo los rasgos. Sobre la frente tenía un sol rojo, y algunas líneas estilizadas eran su único otro adorno. Era simple, hermosa y ligeramente siniestra, aunque Makoto no se sintió amenazada por ella, sino fascinada, como ante un animal fiero y terrible pero de gran belleza. Se saludaron, ella con una profunda reverencia, él con una inclinación de cabeza, ambos extremadamente formales.

-No os había visto así nunca... me habéis sorprendido -confesó la joven.

-¿Y qué os parece?

-Es preciosa -contestó Makoto en honor a la verdad, sonriendo ligeramente mientras intentaba pensar un motivo por el cuál el Lobo tuviera que ocultarle ahora su rostro. No obstante, pese a aquel subterfugio, ella supo que él sonreía complacido. La Bushi tuvo la sensación de que su apreciación era algo realmente importante para él... y que incluso la propia máscara se sentía satisfecha por la opinión de la joven-. ¿La habéis hecho vos? -aventuró.

-No, la hizo mi madre -hubo una ligera pausa tras esto. Makoto pensó en la mujer en cuestión, la antigua Emperatriz y Oráculo del Vacío. Recordó lo que un Sezaru niño le había dicho sobre ella, sobre el fuego que quemaba únicamente a aquellos que querían hacerle daño, sobre su padre... Cerró los ojos e inspiró hondo, preguntándose cuánto de aquel niño asustado, frustrado y travieso quedaba aún en el shugenja, si aquel miedo continuaba presente en el fondo de su alma. No había logrado ser el Emperador como había creído que sería, pero sí estaba en posición de proteger Rokugan con su poder como había deseado. Tal vez había ganado más de lo que había perdido, al perder el trono de Jade.

En cierto sentido, sabía más de él que de cuantas personas conocía, incluso de sus amigos de siempre. Aquel pensamiento, el hecho de que había tenido acceso a una parte de él que nadie hubiese debido tocar sin permiso, aunque no fuera su culpa, fue lo que le llevó a confesarse:

-Ayer conocí a Moto-sama... Moto Chagatai-sama -se corrigió, respetuosa-. Es un hombre muy... impulsivo.

-Tal es su naturaleza -respondió Sezaru. De nuevo Makoto tuvo la sensación de que sonreía, tal vez divertido ante su ingenuidad, tal vez desconcertado por aquel extraño cambio de conversación.

-Me emborraché -musitó ella.

-Lo sé.

-¿Lo sabéis vos, o lo sabe todo el mundo? -respondió, mortificada.

Sezaru se quitó la máscara, con unos movimientos lentos, teatrales, que le recordaron a la Bushi los de los actores de Noh. Tenía un ojo amoratado, terriblemente hinchado hasta impedir por completo que pudiese abrirlo.

-Sólo yo -respondió con una sonrisa torcida, compleja.

-¿Qué os ha pasado? -exclamó, conteniendo un súbito impulso de levantarse y tocarle la mejilla.

-Estaba yo durmiendo anoche tras la cena cuando de repente entró mi hermano, vestido únicamente con pantalones y farfullando algo sobre deshonrar jovencitas, y me dió un puñetazo que ya querría un monje.

-¡Gomen nasai, Sezaru-sama! -se disculpó Makoto con una profunda reverencia, tocando el suelo con la frente en señal de contricción-. Hablé de más ayer noche.

-No, no os disculpéis, pero os lo ruego, no volváis a beber -Sezaru se sirvió algo de té, con la risa bailándole en la mirada de su único ojo sano, pese a que su gesto era pretendidamente severo.

-Nunca lo hago. Mi padre es un hombre severo y nunca nos permitía tomar alcohol... ahora entiendo por qué -suspiró ella, contrita.

-Hace falta acostumbrarse, o... ¿os duele la cabeza? -preguntó el Lobo, frunciendo ligeramente el ceño. Ante el asentimiento de ella, levantó las manos y las dejó en el aire, sin querer forzar una intimidad que ambos estaban intentando evitar en exceso-. ¿Me permitís?

La Usagi se acercó sin dudar, dejando que el hombre posara los dedos sobre sus sienes. Él murmuró algo que la muchacha no entendió. Un resplandor azul brotó de sus manos, extrañamente relajante y suave como una caricia, y el dolor de cabeza, junto con el resto de perjuicios de la resaca, desaparecieron por completo.

-Oh, Sezaru-sama... ¡qué alivio! -suspiró ella. Su rostro se relajó por completo en una sonrisa aliviada. El Shugenja no pudo evitar corresponder a ella y musitar:

-Ha valido la pena... Un puñetazo por besaros es un bajo precio a pagar -sus dedos masajearon suavemente las sienes de la bushi, antes de retirarse reticentemente. La muchacha le miró, sonrojada.

-Sezaru-sama, sóis muy malo -susurró Makoto de forma casi inaudible.

-¿Honto...?

-Honto ni -ambos sonrieron, con una mezcla de timidez y picardía ella, con complicidad él.

-Aunque me siento en desventaja. Siendo descarado... -la sonrisa de Sezaru se volvió más amplia- mis hermanos os ha podido contemplar en todo vuestro esplendor...

Makoto soltó una exclamación y se cubrió el rostro con las manos, avergonzada.

-¡Sezaru-sama! ¿Eso también os lo han contado?

-Hai... Kaneka pensó que sería mejor que lo supiese, y mejor por él que por Naseru.

-¿Pero cuándo... cómo...?

-Esta mañana, al amanecer. Ha sido una noche ajetreada... Casi creí que no vendríais a nuestra cita, la verdad -Sezaru estaba disfrutando de la turbación de la joven, que se había puesto roja hasta las orejas. Le dio un sorbo al té, tranquilo, mientras ella barbotaba una defensa que era absolutamente innecesaria pero encantadora de oír.

-No suelo desnudarme, a menos que... -Makoto interrumpió su protesta y miró a su interlocutor-. Esta conversación ya la he tenido... en un sueño.

-Ah... ¿pero hacen los sueños justicia a la realidad? -respondió él con una sonrisa.

-No sé, ¿cómo besábais a los doce años? -repuso ella, con descaro. Se volvió a sonrojar violentamente, dándose cuenta de que estaba, de nuevo, coqueteando involuntariamente con el Shugenja-. No respondáis, onegai...

-Sólo besaba a mi madre -le contestó el Lobo, sonriendo y decidiendo quitarle hierro al asunto... no fuera que Makoto se arrepintiera y dejara aquella frescura tan inconveniente que en su opinión era su mayor encanto-. Imagino que no cuenta. Pero sé... sé que ningún sueño que pudiera tener os haría justicia, Makoto-san...

Por un momento se quedaron así, mirándose en silencio, él sonriendo con dulzura, ella turbada y confusa.

-Será mejor que vaya a entrenar... Me irá bien ponerme en forma, y le dije a Kaneka-sama que no faltaría-dijo la joven en voz baja.

Sezaru suspiró y agachó la cabeza, algo desilusionado y enfadado consigo mismo. La muchacha ni siquiera había tocado su arroz, o el té que había preparado para ambos. Estaba claro que la había presionado en exceso y por ello necesitaba retirarse. De nuevo había forzado la situación hasta su límite.

-Lamento si os he incomodado. Procuraré ser más... menos... -no sabía qué decir, así que simplemente se inclinó. Le sorprendió notar la mano pequeña y fuerte de Makoto sobre las suyas, cruzadas en gesto de disculpa.

-No es eso, Sezaru-sama... no es eso -murmuró la joven-. Pero no creo que sea bueno que... que aliente esa actitud, no cuando no estoy segura... Odiaría haceros daño -parpadeó rápidamente.

Sezaru se irguió de nuevo y se colocó la máscara de nuevo, agradeciendo el anonimato que ésta le procuraba. Aunque lo cierto es que ante Makoto, fuera como fuera, siempre acababa mostrando más de lo que deseaba... facetas de sí mismo que no aparecían ante otros, un rasgo de humor travieso que creía haber superado con su genpukku, un jugueteo que se tornaba rápidamente sensual ante la respuesta positiva de la joven a sus coqueteos. Se sintió desnudo ante ella, en carne viva. Quizás fuera la sinceridad de la Usagi la que le obligaba a mostrarse así. Quizás fuera, sencillamente, que estaba locamente enamorado de ella. La rebelación fue como un mazazo y por un momento le robó el aliento.

-Si mi actitud no es adecuada, la depondré -dijo cuando hubo recuperado el habla-. Id... Kaneka odia esperar -necesitaba estar solo, necesitaba desesperadamente comprenderse a sí mismo, necesitaba una seguridad de que su futuro con ella tenía al menos una posibilidad... sí. Eso haría. Su acelerado corazón fue calmándose. Apenas vio cómo ella le hacía una reverencia de despedida, respondió con una inclinación de cabeza casi automática.

-¿Sezaru-sama? -la voz de ella interrumpió sus meditaciones. Se volvió a mirarla. Fruncía el ceño, y apretaba los puños ligeramente-. La próxima vez devolvedle el golpe a Naseru-sama, por hipócrita... Le zurraría yo misma, pero sería una deslealtad.

El Shugenja contuvo una sonrisa, pese a que ella no podía verla. Luego contestó con gran seriedad:

-Aunque sea mi hermano, es el Emperador. Una cosa es que piense o diga que es un idiota, otra muy distinta agredirle... Se paga con la vida el alzar la mano contra el Hijo del Cielo.

-Lo sé -suspiró ella-. Pero una muchacha puede permitirse soñar, ¿neh...?

-Oh, sí... las chicas pueden permitirse soñar -¿y él? ¿Podía él permitirse soñar también...?

Esperó pacientemente a que Makoto se alejara, escuchando sus pasos rápidos y ágiles sobre la madera primero, sobre la gravilla del camino del jardín después. Inspiró hondo, tomando fuerzas para poner en práctica lo que acababa de decidir. Luego se levantó y se dirigió hacia el pozo, sacó agua, la derramó lentamente en un cuenco, meditó ante él hasta que se empezaron a formar las imágenes del futuro que podía aguardarle...

Sezaru abrió mucho los ojos, conteniendo una exclamación.

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