miércoles, 24 de julio de 2013

Primeras Impresiones XV

Ojo del Huracán Vince (extraído de la Wikipedia)

No sabía por qué, pero Naseru se sentía inquieto. Tal vez fuese la presencia femenina que había plagado sus sueños, tal vez la sugerencia de Sezaru sobre quién era la culpable de tal intrusión, tal vez el hecho de que ahora intuyera de quién se trataba. En todo caso, la incomodidad le rondaba como un perro hambriento rogando a su amo ser satisfecho. Una y otra vez volvía a pensar en cierta joven de ojos castaños, en su sonrisa sin dobleces, en su mirada centelleante de enfado. 

Realmente, si la muchacha no hubiese atraído la atención del Lobo, poco habría durado en la Corte por sí sola, pensó con cierto resquemor. No sabía qué le indignaba más, que Angai hubiese atacado su descanso, el sueño del Emperador en persona, o que hubiese actuado a través de una de sus invitadas, que a fin de cuentas estaba allí para complacerle e intentar seducirle... tarea en la que la Usagi estaba poniendo nulo empeño por otro lado, se dijo francamente fastidiado. Su amor propio se resentía por el hecho de que aquella pueblerina pareciese disfrutar tanto de la presencia de su hermano mayor, y en cambio...

En cambio ni el honrarla ni el ignorarla parecían hacer mella en Makoto. Y la mirada cada vez más ardiente de Sezaru, por otro lado, no presagiaba nada bueno. Naseru apretó los dientes: su hermano mayor corría serio riesgo, a este paso, de comprometer su reputación -si no otras cosas- con una joven...

No. Agitó la cabeza, frunciendo el ceño. No podía pensar eso de ella. Makoto no era indigna, simplemente era excesivamente sencilla y directa, aunque no podía negar el encanto de aquella frescura... Un encanto que cada vez parecía atrapar más al Lobo. Sin embargo, la muchacha carecía de otros rasgos que la pudieran destacar. Quizás debería decirle eso a su hermano mayor, que buscar más en la Usagi sería colocarse en una situación difícil ante la Corte, y ponerla a ella en un lugar impropio de su rango y nacimiento...

Aunque dudaba que aquello sirviera para mucho. Sezaru era muy testarudo, como bien sabía Naseru. Por mucho que el más joven de los hermanos insistiera, el mayor no iba a hacerle caso, no en aquel asunto. Si hubiese querido darse por aludido, lo hubiese hecho desde el principio cuando había dado la orden de que ella cenara con el Emperador, desdeñando al shugenja. Pero ni la Usagi ni el Lobo habían parecido percatarse de su intervención... ni siquiera la prohibición de cenar con nadie que no fuese él había hecho efecto en aquella terca muchacha.

Era... desconcertante cuanto menos. Naseru estaba acostumbrado a obtener cuanto quería, a ser el centro de atención absoluto. Y ahora se veía ignorado en pro de un hombre mucho menos atractivo -fueran cuales fueran los puntos positivios de Sezaru, un físico irreprochable no estaba entre ellos, para qué negarlo-, de alguien de importancia relativamente menor. Él era el Emperador, era joven, hermoso de rasgos, astuto, fuerte...

¿Qué tenía el shugenja que no tuviese él? Malhumorado, el Hijo del Cielo dio una patada a una piedrecilla. Las mujeres eran tan imprevisibles como el tiempo, y mucho más caprichosas...

Alzó la vista. En su hermoso jardín interior estaba empezando a escasear la luz natural. Parpadeó: mientras había estado embebido en sus pensamientos, el firmamento se había encapotado, prometiendo una breve pero intensa lluvia. Algunas gotas empezaban a caer sobre él, y tuvo que apresurarse poco dignamente para alcanzar sus estancias antes de que un auténtico diluvio se cerniera sobre él.

Su símil, sin duda, había sido apropiado. Miró cómo las aguas se derramaban sobre el exterior, y sin poder explicarse el porqué, se sintió algo deprimido.

Debía ser cosa del otoño y sus altibajos...

***

Todos se estaban refugiando de la lluvia, cubriéndose y buscando cobijo en las bellas salas interiores del recinto palaciego. El aguacero caía con violencia inusitada e inesperada, ya que hacía apenas unos momentos que había lucido un cálido y agradable sol vespertino. La gente huía, presurosa...

Todos, menos una figura solitaria que esperaba, sentada en el centro de un jardín de arena. El dibujo zen habitual se había visto truncado por el diseño elaborado torpemente bajo la lluvia de una espiral, en cuyo centro exacto se había sentado. Con los ojos cerrados, se concentraba en el cielo, en el viento, en el agua...

... En un lugar lejano de allí, un grupo de personas embozadas esperaban. Una tormenta, gemela exacta de la que caía sobre la ciudad que habitaba el Emperador y su Corte, se había cernido sobre ellos, pero no parecía afectarles en absoluto. La aguantaban estoicamente, alzando la vista al cielo, y entre ellos un hombre vestido con los sobrios ropajes de un campesino pero con poder en la mirada, en las manos, en el cuerpo enjuto, parecía aguardar una señal...

En el jardín, la figura solitaria dio una palmada. Un ojo de huracán se abrió sobre ella.

... En un lugar alejado, un hombre flaco vestido austeramente dio una palmada justo en el mismo instante preciso, y sobre ellos la tormenta se abrió como un iris monstruoso...

Y a través del Ojo, a través de la Tormenta, a través del Aire, y el Agua, y la distancia, llegaron.


Nota: imagen extraída de la wikipedia. No se pretende infringir ningún copyright. Todos los derechos pertenecen a su autor.
http://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Hurricane_Vince_eye_2005.jpg

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