Mujer ninja |
Makoto no dudó en interponerse entre la ninja que había aparecido y el Emperador, ya que sus armas reposaban en sus habitaciones. No podía visitar al Hijo del Cielo armada, así que le había encargado a Ai que las puliera. Ahora lamentaba no tenerlas consigo, ya que sólo su cuerpo desnudo hacía de barrera entre la recién llegada amenaza y el señor de Rokugán.
-Qué molestia... -musitó Naseru, colocando sus manos en los hombros de la bushi-. Tranquila, Makoto.
-Mi señor Naseru-sama -la mujer, de la cuál sólo se distinguían los ojos claros, habló con voz profunda-. Lamento interrumpiros -hizo una reverencia-, pero tenemos intrusos. Sezaru-sama y Kaneka-sama se ocupan ahora mismo de ellos, pero creo que deberíais acudir, mi Emperador.
-Quédate aquí, Makoto -dijo él en tono que no admitía réplica, saliendo del agua y yendo a por sus ropas. La joven Liebre le miró, sintiéndose algo marginada pero incapaz de contravenir una orden directa del que, momento de pasión aparte, era y seguía siendo su señor supremo. Asintió, mientras Naseru se volvía hacia la mujer desconocida-. Cuida de ella -añadió el hombre en el mismo tono autoritario.
-Hai, Naseru-sama -respondió ella, inclinando la cabeza en gesto de aquiescencia. Makoto abrió la boca para protestar, para pedirle que se fuera con la mujer al menos... pero recordó que él era un bushi también, que tenía derecho a distribuír sus fuerzas como mejor le pareciera, y cerró los labios. Negó ligeramente con la cabeza y le miró.
-Estaré esperando -dijo Makoto, deseando que su tono reflejara únicamente confianza. Miró a Naseru mientras se vestía rápidamente y salía, armas desenvainadas, tras echarle un último vistazo a la joven Liebre.
***
Yori había creído firmemente en sus palabras. Cuando había hablado de sacrificio y de eliminar a los corruptos, había hablado completamente en serio. Eso hacía la derrota tanto más amarga, pues era indudable que les estaban derrotando.
Kaneka era un guerrero temible, que pese a varias heridas permanecía en pie batallando, rodeado de muertos. Sezaru, con su increíble aura de poder, debería haber sido derribado por uno de los infiltrados, pero pese a todo seguía de pie, y Yori era lo bastante inteligente como para darse cuenta de que no estaba a la altura de semejante enemigo en cuanto a magia se refiere. Los suyos estaban cayendo, y sólo quedaba esperar que pudieran agotarles lo suficiente como para acabar con ellos, ni que fuera debilitarlos para otro ataque.
Pero entonces apareció Naseru, y la balanza se inclinó definitivamente a favor de los defensores.
Nunca hubiese creído que la desesperación pudiese hacer mella en él, y sin embargo, a medida que sus compañeros caían, que los tres hombres a los que habían querido eliminar permanecían obstinadamente en pie, Yori comprendió que no había la menor esperanza de vencer aquella trifulca. Atacó al mismísimo Naseru, sabiendo que el Emperador no era tan buen guerrero como Kaneka, ni un poderoso hechicero como Sezaru; pero los tres hermanos parecían leerse el pensamiento unos a otros, cubriéndose las espaldas, actuando con una coordinación que ni siquiera sus leales tropas tenían.
¿Tanto habían cambiado las cosas en unos meses, que ahora aquellos que habían luchado a muerte entre sí podían atacar como si fuesen tres cabezas en un solo cuerpo? ¿O había sido la larga guerra civil, previendo los movimientos de los otros, lo que les había llevado a conocerse tan bien?
No tenía respuesta para ello.
Amargamente, comprendió que cualquier posibilidad de vencer se había desvanecido en el momento en que les habían descubierto. Sin el anonimato y la posibilidad de atacar por sorpresa, eran poco menos que carne muerta ante las espadas y la magia de los hijos de Toturi. La justicia, hoy, no miraba por sus elegidos, sino que vencería una vez más el orden establecido, erroneo y arbitrario.
Pero una cosa sí podía hacer.
Levantó su ninja-to y se lo puso sobre el rostro cubierto, que no había mostrado a sus enemigos.
"No obtendréis nada de mí. No traicionaré a los míos, ni siquiera con la muerte".
Y se rebanó el rostro.
Kaneka era un guerrero temible, que pese a varias heridas permanecía en pie batallando, rodeado de muertos. Sezaru, con su increíble aura de poder, debería haber sido derribado por uno de los infiltrados, pero pese a todo seguía de pie, y Yori era lo bastante inteligente como para darse cuenta de que no estaba a la altura de semejante enemigo en cuanto a magia se refiere. Los suyos estaban cayendo, y sólo quedaba esperar que pudieran agotarles lo suficiente como para acabar con ellos, ni que fuera debilitarlos para otro ataque.
Pero entonces apareció Naseru, y la balanza se inclinó definitivamente a favor de los defensores.
Nunca hubiese creído que la desesperación pudiese hacer mella en él, y sin embargo, a medida que sus compañeros caían, que los tres hombres a los que habían querido eliminar permanecían obstinadamente en pie, Yori comprendió que no había la menor esperanza de vencer aquella trifulca. Atacó al mismísimo Naseru, sabiendo que el Emperador no era tan buen guerrero como Kaneka, ni un poderoso hechicero como Sezaru; pero los tres hermanos parecían leerse el pensamiento unos a otros, cubriéndose las espaldas, actuando con una coordinación que ni siquiera sus leales tropas tenían.
¿Tanto habían cambiado las cosas en unos meses, que ahora aquellos que habían luchado a muerte entre sí podían atacar como si fuesen tres cabezas en un solo cuerpo? ¿O había sido la larga guerra civil, previendo los movimientos de los otros, lo que les había llevado a conocerse tan bien?
No tenía respuesta para ello.
Amargamente, comprendió que cualquier posibilidad de vencer se había desvanecido en el momento en que les habían descubierto. Sin el anonimato y la posibilidad de atacar por sorpresa, eran poco menos que carne muerta ante las espadas y la magia de los hijos de Toturi. La justicia, hoy, no miraba por sus elegidos, sino que vencería una vez más el orden establecido, erroneo y arbitrario.
Pero una cosa sí podía hacer.
Levantó su ninja-to y se lo puso sobre el rostro cubierto, que no había mostrado a sus enemigos.
"No obtendréis nada de mí. No traicionaré a los míos, ni siquiera con la muerte".
Y se rebanó el rostro.
Nota: Imagen extraída del foro http://www.abovetopsecret.com/forum/thread822542/pg1
No se pretende infringir ningún derecho.
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