jueves, 3 de octubre de 2013

Primeras impresiones XXVI


Yori sentía una cierta asfixia en su refugio al fondo del jardín, pero ignoró su claustrofobia en pro de valorar la situación. Todo parecía ir sobre ruedas: aunque la infiltración había sido arriesgada debido al número de agentes presentes, una vez dentro se habían limitado a ir saliendo vestidos de sirvientes, gente a la que pocos dedicarían dos miradas... y menos si se iban saludando entre ellos, actuando con normalidad. Porque aunque era habitual que ni siquiera todos los criados se conocieran, por lo general había grupos en los que sí. Ir saliendo poco a poco y creando una ilusión de pertenencia al servicio del palacio había sido su prioridad.

Llevaban planeando aquello desde que descubrieran cuál iba a ser la sede de la Corte Imperial aquel año. Y aunque no estaban previstas todas las contingencias posibles, pues ni siquiera un vidente es capaz de leer el futuro a la perfección, todos ellos eran adaptables, con facilidad para afrontar incidencias inesperadas, y lo más importante de todo: devotos y prescindibles. Lo mismo que él.

Cerró los ojos. Era fundamental saber que podían llegar al extremo de sacrificarse por sus ideas, ya que si no el golpe ni siquiera tenía sentido. ¿Cómo podías planear arrebatar una vida, si no estabas dispuesto a abandonar la tuya propia? ¿Cómo hablar de la necesidad de matar, si no eras capaz de morir? ¿Cómo discutir el desorden dentro de las leyes inmutables, la injusticia de la norma divina, si no estabas dispuesto a enfrentarte a la última igualadora?

Se alzó, con el fulgor de su integridad brillando a través de él. No era atractivo, no era hermoso de rasgos, ni siquiera era particularmente alto o musculoso; todo su carisma se lo debía a la firmeza con la que encaraba lo que él veía como necesario.

-Hermanos, amigos. Hemos sido traicionados -comenzó a decir-. Algunos de los nuestros creen que con la caída del último Hantei alcanzamos nuestros objetivos, y que deberíamos proteger a la dinastía nacida de Toturi por no pertenecer a los descendientes de lo divino que intentan apartarnos de nuestra libertad. Sin embargo yo os digo que aquellos que se alzan por encima de otros seres humanos, aquellos que por nacimiento pisotean según ellos por derecho a otros tan buenos como ellos o más, no merecen mejor trato que el que nos infligen. Toturi fue noble, hasta que cayó. ¿Pero son sus hijos dignos del ideal que él empezó a encarnar hasta su corrupción? Yo digo que no es así. Aquellos que han provocado una guerra civil por orgullo, que dicen querer cuidar de Rokugan como si sus gentes fuéramos ciegos, sordos e imbéciles, que han diezmado las tierras que los nutren por un derecho discutible a reinar, los soberbios que se creen con derecho a todo por encima de los demás, no se merecen reinar.

Hizo una pausa. El silencio a su alrededor estaba cargado como una tormenta eléctrica.

-¿Qué derecho sostenía a la asesina Tsudao, salvo su propia naturaleza impetuosa? Fue grande y heroico su sacrificio, pero sólo en su final se rebeló digna de lo que hasta entonces había luchado por poseer a despecho de las opiniones contrarias de otros. ¿Qué derecho hubiese sostenido al loco Sezaru, llevado por su magia y su naturaleza asesina a la guerra cuando decía desear la paz? ¿Qué derecho sostiene ahora a Naseru, sino la debilidad de sus hermanos? Kaneka ha logrado lealtades y ha creado alianzas, pero ha renunciado al trono en favor de alguien inferior. Yo digo que todos ellos merecen su aniquilación. Y si fallamos y morimos, sabremos que lo hacemos a despecho de lo correcto, no a causa de ello. El destino es palabra para cobardes que no desean ser responsables de sus actos. Yo digo que seamos libres, que seamos fieros, que matemos o muramos según nuestras decisiones. Yo digo que tomemos el poder que otros no se merecen y lo devolvamos a aquellos que se sacrifican cada día para que una clase ociosa, guerrera, sanguinaria e inútil se revuelque en lujos obscenos a costa de los humildes. Yo digo que quienes traen la guerra merecen morir a manos de aquellos a los que han sacrificado en el altar del orgullo personal o la debilidad de carácter.

Miró a su alrededor.

-Estamos preparados. Sóis dignos de estar aquí. Y si morimos, moriremos orgullosos de nuestra lucha, porque no luchamos por nosotros, sino por todos. Porque Rokugan no es una joya que obtener, sino un lugar lleno de gente que sufre, vive, ríe y respira. Y porque estamos aquí porque amamos a esa tierra fértil y real, alejada de los ideales mentirosos de la clase ociosa. 

Inspiró hondo.

-Hermanos, estoy preparado. Y vosotros también. Que la sangre de los indignos sea derramada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario