-No es momento de maldecir -la joven Usagi parecía tranquila y fría, aunque por dentro le devoraban los nervios. El Emperador, por el contrario, estaba demudado: una hermana muerta ya había sido suficiente. Levantó en brazos a Sezaru, buscando la herida. Fue ella quien la vio primero-. Le han apuñalado por la espalda.
-Baka.... -susurró él, angustiado.
-Ssssssh.... Ahora no, cuando esté bien -le tocó la mano, tranquilizadora. Ninguno de los dos se sintió extraño por ello, pero aquel gesto familia y afectuoso sí chocó a Kaneka cuando llegó con un sanador Fénix.
El Shogun los observó a ambos mientras centraban su atención en el herido, tendido ahora sobre un futón. Estaban muy juntos, Naseru con la mirada fija en su hermano herido, con una expresión que el Bastardo reconoció. Estaba aterrado ante la perspectiva de perder a otro miembro de su familia. Makoto aparentaba serenidad, pero sus ojos revelaban que tampoco estaba segura. No obstante, esperó al veredicto del sanador antes de sucumbir finalmente a sus nervios.
-Se recuperará, pero necesita reposo -musitó el Fénix, sin que en sus rasgos se transparentara nada excepto desaprobación por el estado en el que se encontraba Sezaru. Ni siquiera el que la joven Liebre estuviera ahí, con el Nemuranai del Lobo en el regazo, le hizo levantar una ceja-. No dejen que haga esfuerzos hasta que la herida se cierre.
Junto al estanque, el Magistrado pelirrojo de extraños ojos amarillos contemplaba las aguas sin parpadear, siguiendo el movimiento de las carpas. Sunetra se sentó a su lado, silenciosa como una sombra. Él no dio más señal de haber percibido su presencia que un levísimo relajarse de sus hombros.
-Baka.... -susurró él, angustiado.
-Ssssssh.... Ahora no, cuando esté bien -le tocó la mano, tranquilizadora. Ninguno de los dos se sintió extraño por ello, pero aquel gesto familia y afectuoso sí chocó a Kaneka cuando llegó con un sanador Fénix.
El Shogun los observó a ambos mientras centraban su atención en el herido, tendido ahora sobre un futón. Estaban muy juntos, Naseru con la mirada fija en su hermano herido, con una expresión que el Bastardo reconoció. Estaba aterrado ante la perspectiva de perder a otro miembro de su familia. Makoto aparentaba serenidad, pero sus ojos revelaban que tampoco estaba segura. No obstante, esperó al veredicto del sanador antes de sucumbir finalmente a sus nervios.
-Se recuperará, pero necesita reposo -musitó el Fénix, sin que en sus rasgos se transparentara nada excepto desaprobación por el estado en el que se encontraba Sezaru. Ni siquiera el que la joven Liebre estuviera ahí, con el Nemuranai del Lobo en el regazo, le hizo levantar una ceja-. No dejen que haga esfuerzos hasta que la herida se cierre.
Makoto asintió, temiendo que si intentaba hablar en aquel
instante no le saldría la voz. Una vez finalizado el examen, el hombre se
levantó y salió, acompañado del Shogun que le recordó la necesidad de discreción
en aquel tema. La preocupación le hizo ser algo menos delicado de la cuenta, ya
que el Fénix se marchó algo ofendido y bastante
asustado. Cuando volvió a entrar, se encontró con que la muchacha
acariciaba lentamente el cabello blanco de Sezaru, mientras vigilaba su
respiración.
-Se pondrá bien -dijo Naseru, mirándola a ella ahora.
-Hai... -repuso Makoto, que al pasar lo peor parecía haber dado rienda suelta a un ligero temblor que la agitaba de pies a cabeza. Miró a Naseru y parpadeó para deshacerse de las incómodas lágrimas que pugnaban por brotar de sus párpados-. Me he asustado -reconoció en voz baja-. Y no me ha gustado quedarme atrás -añadió suspirando-. Quizás hubiese sido un estorbo, pero...
-Gomen nasai -respondió Naseru en voz baja. Al contrario que ella, ya había superado la tensión y estaba relajado y centrado-. He sido egoísta al mantenerte en la retaguardia, pero no deseaba arriesgarte... no tan pronto.
-Se pondrá bien -dijo Naseru, mirándola a ella ahora.
-Hai... -repuso Makoto, que al pasar lo peor parecía haber dado rienda suelta a un ligero temblor que la agitaba de pies a cabeza. Miró a Naseru y parpadeó para deshacerse de las incómodas lágrimas que pugnaban por brotar de sus párpados-. Me he asustado -reconoció en voz baja-. Y no me ha gustado quedarme atrás -añadió suspirando-. Quizás hubiese sido un estorbo, pero...
-Gomen nasai -respondió Naseru en voz baja. Al contrario que ella, ya había superado la tensión y estaba relajado y centrado-. He sido egoísta al mantenerte en la retaguardia, pero no deseaba arriesgarte... no tan pronto.
-Soy bushi -dijo ella alzando la mirada del
paciente.
-Y yo soy
humano -en los labios del Emperador bailaba una sonrisa
vacilante.
Kaneka no era
un shugenja, pero recordaba las palabras proféticas de Sezaru. Él no les hubiese
dado importancia y habría seguido adelante, pues perder el ahora por la amenaza
de un futuro posible pero no inamovible le parecía absurdo. Sin embargo, Sezaru
estaba loco, y siempre había vivido en sueños más que en el presente. No sería
tan extraño que dejara escapar su vida por miedo a perder a su amor, lo cual
como samurai era inadmisible. Pero si su competidor era
Naseru...
Su hermano
pequeño le había arrebatado el trono. ¿Le iba a arrebatar también su
amada?
***
Junto al estanque, el Magistrado pelirrojo de extraños ojos amarillos contemplaba las aguas sin parpadear, siguiendo el movimiento de las carpas. Sunetra se sentó a su lado, silenciosa como una sombra. Él no dio más señal de haber percibido su presencia que un levísimo relajarse de sus hombros.
Si la Mano
Oculta del Emperador estaba allí, es que éste estaba a salvo. De
momento.
-Es el tercero este año -dijo él casi en un susurro.
-La seguridad era mejor en la Ciudad Imperial. Aquí estamos en terreno desconocido.
-Hai... -la miró a los ojos, asegurándose de que estaba bien. Por ese pequeño gesto supo ella que había estado muy preocupado por su seguridad.
-No entré en el campo de batalla. Mi Señor me confió otra misión, igual de preciosa.
-¿Igual de preciosa que su vida? -el hombre arqueó ligeramente las cejas, con incredulidad.
-Para él, sí...
De nuevo los ojos amarillos la escrutaron, esta vez en busca de respuestas. Luego musitó en tono prácticamente imperceptible:
-Así que ya la tiene. A la elegida.
Sunetra miró al agua, sin decir más. No era necesario.
Entre los dos esposos, a menudo sobraban las palabras.
La carpa simboliza el valor.
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